Pesadillas repetitivas, temor a la lluvia y bloqueos emocionales son algunos de los alarmantes síntomas que están experimentando niños y adolescentes tras el arrasador paso de la dana en la Comunitat Valenciana. Save the Children se ha pronunciado sobre el grave impacto que este desastre natural ha tenido en la salud mental de más de 71.000 pequeños, muchos de los cuales ya llevaban consigo el peso de una pandemia y el confinamiento, sumando a esto el trauma de ver en sus hogares la devastación provocada por la naturaleza.
Rodrigo Hernández, director de Save the Children en la región, enfatiza la urgencia de brindar atención psicológica a estos infantes, quienes han crecido en un contexto de crisis continua. "Es crucial que abordemos la salud mental de los niños y niñas con prontitud, ya que el efecto acumulativo de tantas adversidades puede generar problemas más serios en el futuro", subraya en un comunicado.
La destrucción de escuelas y la interrupción de la educación han creado un ambiente de angustia y estrés que afecta profundamente a estos jóvenes. Muchos de ellos han revivido traumas que ya habían enfrentado durante el confinamiento por la COVID-19, exacerbando aún más su vulnerabilidad emocional.
Hernández alerta sobre el resurgimiento de síntomas que ya habían manifestado durante la pandemia, lo que implica una nueva vivencia de traumas antiguos. Además, el bombardeo constante de imágenes de conflictos globales, como los de Ucrania y Gaza, alimenta aún más sus miedos y ansiedades.
Entre los síntomas observados por la organización se incluyen pesadillas frecuentes, aversión a la lluvia, vómitos y ataques de ansiedad. "Algunos niños y niñas han comenzado a desarrollar mutismo y otros no consiguen dormir por las noches. Hay quienes se desaniman al decir que olvidaron cómo leer y escribir a los 9 años, mientras que otros sienten que el aire está impregnado de muerte y prefieren no salir de casa", ejemplifica Hernández.
Save the Children subraya que muchos de los más pequeños están resentidos por la situación del hogar, ya que su percepción del mundo está mediada por la experiencia de sus familias. "Los adultos actúan como los prismas a través de los cuales los niños ven su realidad. Por eso, es esencial que las familias mantengan la calma en lo posible, ya que su autocontrol puede transmitir seguridad a los más jóvenes", argumenta Hernández.
Milagros, madre afectada por la dana en Catarroja, comparte su angustia al ver cómo sus dos hijas, de cuatro y nueve años, lidian con problemas de salud mental tras el desastre. "Mis hijos han sufrido enormemente, y no son solo ellas, es una situación generalizada. La más pequeña me pidió que no la llevásemos afuera, deseaba quedarse en casa. Pero no tuvimos opción, tuvimos que caminar mucho para llegar a Valencia. Ahora casi siempre me dice que no quiere salir", narra Milagros.
Antes de la dana, Milagros ya enfrentaba desafíos económicos, trabajando en la economía informal. Ahora, al haberlo perdido todo, su situación es aún más precaria. "Su caso no es un aislado. Más de 36.000 niños y niñas menores de 16 años en las zonas afectadas ya se encontraban en riesgo de pobreza o exclusión social antes de la catástrofe, de acuerdo con el Instituto Valenciano de Estadística. Si acceder a un psicólogo era complicado antes, ahora parece prácticamente imposible. Si realmente queremos reconstruir la Comunitat Valenciana, deberíamos empezar por la infancia que sufre", advierte Hernández.
En cuanto a los adolescentes, los síntomas más comunes que están experimentando son bloqueos emocionales y una reluctancia a hablar sobre la situación. Muchos de ellos están sintiendo ira, frustración, insomnio y confusión, y a medida que pasa el tiempo, pueden comenzar a experimentar tristeza profunda.
El aislamiento es una respuesta común entre muchos adolescentes, quienes buscan refugio en sus habitaciones, entreteniéndose con dispositivos electrónicos, videojuegos o televisión. Esta situación ha contribuido a un aumento de trastornos de conducta alimentaria y ansiedad en diversos casos.
Save the Children aconseja a las familias controlar el acceso a la información para evitar que las constantes imágenes y noticias incrementen la ansiedad. Sin embargo, la organización también menciona la importancia de no esconder la realidad de los niños y adolescentes; en su lugar, sugieren explicarles de manera adecuada a su edad, sin sobrecargarlos de información.
La ONG recomienda ofrecer a los menores un enfoque más esperanzador sobre la catástrofe, destacando la solidaridad y los esfuerzos en curso para mejorar la situación. Es fundamental observar, proporcionar espacio y escuchar a los niños y adolescentes. Si presentan señales de estrés postraumático, ansiedad persistente o cambios de comportamiento notable, es aconsejable buscar ayuda profesional, especialmente entre las seis y ocho semanas siguientes a la crisis.
Save the Children considera esencial implementar estrategias de acompañamiento psicosocial, que respondan al impacto emocional de la catástrofe, especialmente en los grupos más vulnerables. Además, subraya la necesidad de formar a docentes en apoyo psicosocial y educación emocional, para integrarlo en la dinámica del aula y la enseñanza.
La organización también enfatiza la importancia de proporcionar a los niños, niñas y adolescentes y sus familias información respecto a las reacciones emocionales normales tras un desastre y cómo gestionarlas adecuadamente.
Tras el desastre, Save the Children ha iniciado la creación de espacios seguros y amigables para niños en Sedaví y La Torre, áreas gravemente afectadas. En estos lugares, un equipo compuesto por trabajadoras sociales, psicólogos y educadores brinda a los niños apoyo tanto emocional como educativo en un ambiente protegido. Las actividades incluyen deportes, dinámicas creativas y juegos, los cuales son esenciales para su bienestar.
"Aquí no solo se encuentran a resguardo de peligros físicos y de cualquier tipo de violencia; también se les garantiza continuidad educativa y atención psicológica que les permita procesar el miedo, la pérdida y la ansiedad en un entorno seguro. Después de una experiencia tan traumática, estos espacios se convierten en lugares donde pueden regresar a ser lo que realmente son: niños y niñas", concluye Hernández.
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